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Las siete y media de la tarde...


Y a esa hora el reloj se detiene cada día, el sol se marcha y me doy cuenta que vos, vos te vas junto con él. Las siete y media de la tarde, esa hora en la que me gusta creer en la infinitud de este universo, en que este ciclo no tiene fin, en el que me gusta preguntarme si sabré alguna vez cuán lejos puede llegar esta infinitud en la que algunos sostienen que vivimos. ¿Lo sabré algún día? Posiblemente no, de eso y de muchas cosas más son de las que no estoy segura, pero hay una que sí, una certeza que encontré entre tantas dudas.
Son las siete y media de la tarde y vos no estas, te busco en nuestros lugares y no te encuentro. Reviso mis historias, y hay un personaje menos ¿Qué irónico no? Tantas veces fuiste el dominador de mis cuentos y hoy tu personaje ya no me dice nada,  ya no me indica el camino, ese personaje que el viento está llevándose su voz y que con solo pensar en eso me aterra.
Irónico también es que, ese persona siempre fue mi favorito, ese que a las siete y media venía a iluminar mi cielo, a completar esa historia a la desde que hace meses le falta algo. Hoy deseo que el universo sea infinito y que tu media tarde este un poco más completa que la mía, hoy deseo que tus escritos sigan teniendo el personaje principal, ese que en cada página trasmitía más que los demás.
Te escribo porque tu voz esta en mi mente cuando lo hago, te escribo porque no puedo ni quiero dejarte ir, te escribo porque son las siete y media y no te encuentro más que en estas palabras, estas que guías, de las que seguís siendo dueño y señor, esas letras con las que quiero mantenerte vivo, con las que sueño que algún día tu ausencia duela un poco menos.

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